Una Alemania 25 años después

En este post me gustaría hablar sobre mi propia experiencia acerca de cómo se vive y se siente la unificación alemana en el país. Es una reflexión que nace de mi experiencia personal y que no pretende abrir nuevas heridas entre las dos alemanias.
 
Así pues, como en toda dictadura, el control del estado de la DDR (República Democrática Alemana) y la persecución de los opositores al sistema caracterizó la vida de sus ciudadanos. Para ello se servía de la Stasi (órgano de inteligencia que estaba bajo la dirección del Ministerio para la Seguridad del Estado). Sobrevivientes y documentos dan fe de la brutalidad que la Stasi ejercía contra quienes consideraban traidores o desertores. A la mínima sospecha eras detenido e interrogado utilizando métodos de tortura para inculparte u obtener información que pudiera acusar a otras personas. 

La manera en cómo se ejercía ese control resulta llamativa pues los informantes procedían de cualquier clase social, posición, ideología, relación familiar, etc. Hay casos documentados de verdaderos espías camuflados en trabajos como fontaneros, mecánicos y de como hijos delataban a padres y viceversa, esposas que acusaban a sus maridos y un sin fin de ejemplos que muestran que no todos los alemanes de la DDR estaban en contra del sistema comunista.

No se puede poner en duda que el caso alemán (o como también lo puede ser el de Corea) fue especialmente significativo. Saber que a unos pocos metros de ti, en alusión al muro que separaba las dos alemanias, se respiraba la libertad debió de ser más duro si cabe. Por esta razón, nunca faltaron valientes que arriesgaron sus vidas para escapar a la República Federal Alemana (RFA) a través de ingeniosos métodos: globos aeroestáticos y red de túneles que atravesaban el Berlín Oriental. Los más desesperados anudaron sábanas con las que deslizarse por las ventanas, pues el muro que se levantó partió la ciudad en dos sin ninguna planificación, de manera que las fachadas de algunos edificios  daban directamente al Berlín Occidental. 

Los ejemplos expuestos anteriormente han pasado a la historia por su singularidad e ingeniosidad retratados en las películas pero lo cierto es que son casos aislados, ya que la mayoría de los que lo intentaba era detenida antes de cruzar el muro o morían a manos de los soldados encargados de vigilar el muro.    

Por su parte, la República Federal Alemana vivió también aquella división de manera traumática y sus ciudadanos buscaban caminos alternativos con los que palear la desgracia de sus vecinos del otro lado del muro.

Por esta razón, el día en que se firmó y ratificó la unificación de las dos alemanias supuso no solo una unificación territorial sino también un reto para sus ciudadanos, que disfrutaron por primera vez en muchos años de libertad plena. 

Sin embargo, en mi opinión, esta euforia ha sido sustituida poco a poco por un sentimiento de nostalgia y cierto distanciamiento por parte de la que fuera DDR. En parte ese malestar está justificado porque en la práctica tras 25 años de unificación se perciben notables diferencias entre las dos partes. 

Aunque sí bien es cierto, que el estado alemán ha invertido millones de euros en palear las diferencias estructurales, educativas y econónicas entre ambas alemanias, la realidad en cambio, muestra lo contrario. Pese a que las mejores infraestructuras se encuentran en la antigua DDR, la alta tasa de desempleo se concentra mayormente en ella. 

Este hecho ha servido de semillero que han dado lugar a movimientos xenófobos como Pegida y el incremento de apoyos al Partido Nacional Alemán (NPD) de corte fascista. Por otra parte, los salarios son evidentemente inferiores. Tampoco desde el punto de vista educativo la situación es mejor. Las universidades de esta zona, a excepción de alguna que otra, no gozan del prestigio ni la calidad del resto. Por ello, muchos estudiantes prefieren emigrar a cualquier otra parte de Alemania que quedarse.

Por otra parte, es evidente que el elemento cultural y ciertos estereotipos también han contribuido a un cierto distanciamiento. Es algo latente. No se percibe a simple vista pero se detecta en pequeños comentarios y bromas despectivas del tipo: los osis (en alusión al nombre con el que los alemanes occidentales se referían a sus vecinos de Alemania Oriental) son más vagos, menos inteligentes y prefieren los trabajos que impliquen el uso de las manos. 

Es por ello, desde mi punto de vista, que los primeros sentimientos de euforia y alegría se han transformado pasados 25 años de algún modo en apatía y en decepción. Ahora ya nadie finge su malestar.

No obstante, no creo que en el foro interno de su corazón deseen regresar a un sistema represor como en el que vivieron. Pero sí, será importante que los políticos escuchen sus demandas; en especial ahora que Alemania se prepara para recoger más de 800.000 solicitudes de asilo.


 

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